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¿Por Qué existen entrenadores que no sacan a los niños en los Partidos?

Buena pregunta, ¿eh? Porque si el deporte es tan bueno para los chavales —que si mejora la salud, que si enseña valores, que si trabajo en equipo, disciplina, resiliencia y todas esas cosas bonitas—… ¿entonces por qué narices hay entrenadores que prefieren dejar a algunos sentados todo el partido?

Sí, esos entrenadores que solo sacan a «los buenos». Que juegan a ser Guardiola en un partido de críos de 10 años. Como si el trofeo de plástico de fin de temporada fuera a cambiar el mundo.

Y ojo, esto no es solo una pataleta. Esto tiene consecuencias. De las serias. Para los niños, para sus padres y, sí, también para el ambiente de equipo.


El problema (llámalo por su nombre)

Esto va así: hay niños que entrenan, que se esfuerzan, que cumplen. Pero llega el sábado… y banquillo. Partido tras partido. «Ya te sacaré después», «hoy el rival es duro», «la próxima seguro»… Y claro, los mismos cuatro de siempre jugando 90 minutos como si fueran estrellas del Barça. Y el resto, mirando. Traga saliva y sigue.

¿Por qué lo hacen? Porque quieren ganar. Porque creen que el marcador es lo más importante. Porque no se han enterado de que en el deporte infantil el resultado no es lo que cuenta. Lo que cuenta es que todos jueguen. Todos. Incluso ese que no mete goles, pero que entrena con la sonrisa puesta cada semana.


¿Y los niños? ¿Cómo crees que se sienten?

Pues mal. Muy mal.

No jugar no es solo “no jugar”. Es sentirse invisible. Es creer que no eres suficiente. Que por mucho que te esfuerces, no vas a tener tu oportunidad. Es ver cómo tus padres se comen las uñas cada sábado… para luego volver en silencio a casa porque otra vez estuviste calentando banquillo. Literal.

Y claro, eso se mete en la cabeza. Baja la autoestima, pierden confianza, se les quitan las ganas de seguir. Algunos incluso acaban dejando el deporte. ¿Y qué se llevan? La idea de que no valen. Que competir es para los mejores y que ellos no están invitados.

Genial, ¿no?


¿Y los padres?

Pues los padres, cabreados. Pero también perdidos. Porque, ¿qué haces? ¿Te quejas al entrenador y montas un pollo? ¿Le dices al niño que tenga paciencia? ¿Le apuntas a ajedrez? No hay manual.

Ven cómo su hijo vuelve triste. Semana tras semana. Y la impotencia… quema.


¿Por qué pasa esto?

1. Porque algunos entrenadores solo quieren ganar

Y eso está bien… si estás en la Champions. Pero esto va de formar personas, no campeones del mundo. Así que si un entrenador solo apuesta por los cracks y se olvida del resto, lo que está haciendo es cargarse el espíritu del deporte.

¿Resultado? Un equipo roto. Cuatro estrellas presionadas por rendir siempre, y ocho niños mirando al suelo.

2. Porque no entienden lo que significa incluir

Sí, incluir. Esa palabra que suena muy bonita en las charlas TED y en los carteles del cole, pero que muchos no practican.

Incluir es darle minutos al que falla, al que le cuesta, al que se esfuerza pero aún no brilla. Porque así es como se mejora. Jugando. Sintiendo que formas parte de algo.


Las consecuencias (porque sí, esto deja huella)

– Niños con la moral por los suelos

Se sienten menos. Se apagan. Y lo que empezó como ilusión se convierte en frustración. Algunos acaban por no querer ni ir. «Para qué, si no juego…»

– Equipos sin alma

Porque esto no va solo del que mete goles. Va del que anima, del que se esfuerza en cada entreno, del que mete la pata pero lo intenta otra vez. Y si eso se pierde, el equipo deja de ser un equipo. Es un grupo de individualistas con camisetas iguales.


Entrenadores: esto va con ustedes

Si estás entrenando niños, no solo estás enseñando a pasar el balón. Estás formando personas. Y eso viene con una responsabilidad grande: la de hacer que cada niño se sienta parte del equipo.

No es que todos tengan que jugar lo mismo al segundo. Pero sí todos tienen que jugar. Punto.

Y sí, hay que enseñarles a competir, a esforzarse, a ganarse el puesto… Pero no a costa de su dignidad ni de su amor por el deporte.


¿Qué hacer?

Pues empezar por abrir los ojos. Y el corazón (sí, suena cursi, pero aquí viene bien).

Escucha a los niños. Mira sus caras. Habla con los padres. No conviertas el banquillo en un rincón de castigo. Da minutos. Da oportunidades. Enseña a perder y a ganar. Haz equipo de verdad.


Casos reales (de esos que duelen)

🟢 Laura y su hijo Diego
“Mi hijo era feliz jugando al fútbol… hasta que dejó de jugar. Volvía cada sábado más triste. Hablé con el entrenador, pero nada cambió. Acabó dejando el equipo. Y con él, su pasión por el deporte”.

🟢 Marcos y su hija Julia
“Julia entrenaba con ilusión, pero en los partidos ni la miraban. Nos hartamos. Cambiamos de club. En el nuevo, donde todos juegan, volvió a sonreír. Y a disfrutar”.

🟢 Sonia y Alex
“Alex jugaba diez minutos, si tenía suerte. Estaba tan frustrado que hasta bajó su rendimiento en clase. Un grupo de padres presionamos y el club revisó las normas. Ahora todos juegan más. Y Alex ha vuelto a ilusionarse”.


Resumen rápido (por si te perdiste):

  • Dejar a los niños sin jugar no es “estrategia”, es crueldad envuelta en chándal.
  • El deporte tiene que incluir, no excluir.
  • Entrenar es formar, no ganar a toda costa.
  • Cada niño que se queda sin jugar, se lleva una herida (y no es física).
  • Si haces bien tu trabajo como entrenador, los niños no solo mejorarán en el campo… también crecerán como personas. Y eso sí que es una victoria.

¿Quieres ganar partidos? Perfecto.
Pero que ningún niño tenga que perder la ilusión por culpa de eso.
Que ya bastante cuesta en la vida encontrar algo que te haga sonreír todos los sábados por la mañana.

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